Bailarina de ballet. ¿Cómo es la vida de una profesional del ballet?


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Las bailarinas de ballets, gráciles y aparentemente perfectas, llevan a sus espaldas el peso de una exigencia absoluta, de haber sacrificado prácticamente toda su vida por disfrutar de lo que más le gusta, de lo que las apasiona y en muchos casos también obsesiona, el baile, la música, el ballet clásico. Muchas chicas lo intentan, pero son muy pocas las que lo consiguen, porque el nivel de exigencia es muy alto.

Para llegar a ser una auténtica bailarina profesional no basta solo con bailar bien, sino que también hay que entrenar y entrenar y entrenar sin parar, mantener el peso que suele estar por debajo incluso de lo recomendado, olvidarse de casi cualquier capricho porque eso repercutiría negativamente en su forma de bailar. Hay que aparentar ser perfecta, y eso, desde luego, no es fácil.

Entrenamiento cotidiano intensivo

Desde jovencitas, las bailarinas de ballet se acostumbran a practicar durante horas para perfeccionar sus movimientos. A la hora de llegar a ser profesionales, la exigencia es aún mayor, dedicando muchas horas al día a bailar, con el cansancio físico que eso conlleva, por no hablar de toda la presión mental que pueden llegar a sufrir. El entrenamiento rutinario consiste en varias horas de baile al día, ensayando, preparando nuevos movimientos, aprendiendo nuevas formas de conexión, así como también clases que tienen más que ver con el arte dramático que con el baile, ya que en el ballet, eso de actuar también es tremendamente importante.

Dietas para bailarines

Por desgracia, se han dado muchísimos casos de jóvenes bailarinas y bailarines que han acabado sufriendo trastornos alimenticios por mantenerse en el peso “ideal” para el baile, que no tiene por qué ser el mismo que para el resto dela vida. Se cuenta que algunas bailarinas adultas llegaron a bajar incluso de los 40 kilos por poder seguir bailando. La dieta de un bailarín es muy compleja, porque necesitan comer lo necesario para poder bailar y tener energía, pero no pueden pasarse con las calorías porque eso les llevaría a subir de peso. En realidad, la dieta equilibrada que sirve a cualquiera también puede valer para un bailarín, tomando mucha fruta y verdura, y también algo de carbohidratos sobre todo, para tener energía, dejando en un segundo plano las proteínas y los lácteos.

Régimen de vida severo

La vida de un bailarín se reduce casi totalmente al baile, y es que el nivel de exigencia es altísimo y cualquier cosa que sea salirse del entrenamiento diario puede provocar una pérdida de confianza en esa persona. La competencia es enorme y eso hace que todos estén dispuestos a dar lo mejor de sí mismos. No toman alcohol ni tabaco, llevan una dieta muy estricta, deben estar siempre en forma, dormir adecuadamente, madrugar en muchas ocasiones y mantener todo su cuerpo perfecto y lejos de las lesiones. En el caso de las chicas, además, deben presentarse casi como ángeles, con la piel perfecta y una belleza que desde luego no es fácil de conseguir.

Exigencia psicológica

Y si la parte física es dura, la psicológica lo es todavía más, porque estamos hablando de personas muy jóvenes cuya vida profesional durará tan solo un par de décadas como bailarinas, y que deben empezar muy pronto a entender lo que significa la presión y la competitividad. Tal vez no llegue al extremo visto en la película Cisne Negro (2010), pero no son pocos los casos en los que por culpa de dicha presión, del estrés y los problemas psicológicos, muchas chicas han tenido que dejar atrás su carrera como bailarinas, por la que tanto había luchado y que con tanto sacrificio habían tratado de sacar adelante. Y es que no solo hay que ser grácil y fuerte físicamente, sino también tener una mente a prueba de bombas.

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