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Desde su nacimiento a finales del siglo XIX, el cine se ha convertido en uno de los entretenimientos favoritos dentro de la cultura de cada sociedad. La evolución en este sigo y poco ha sido absolutamente espectacular, y a pesar de que parece que ya lo hemos visto todo en la gran pantalla, todavía hoy los directos y guionistas siguen sacándose trucos bajo la manga para sorprendernos con historias increíbles, efectos especiales brutales y todo lo que convierte a cada película en una auténtica fábrica de sueños. El cine actual, eso sí, está lleno de historias tremendamente parecidas entre sí, con argumentos muy similares y personajes que básicamente son un esquema de algo que ya hemos visto un millón de veces. Todo ello aderezado con un millón de efectos especiales, para que no perdamos el interés en la pantalla.
Por eso todavía muchos vuelven la mirada a otra era en la que el cine se basaba en las buenas historias, las buenas actuaciones y el buen manejo en la dirección. La época del cine clásico, que se puede extender desde finales de 1910 hasta mediados de los años 50, la llamada era dorada de Hollywood, donde se llevaron a cabo los clásicos que marcarían esa primera etapa del cine y servirían como base ineludible para todo lo que vemos ahora en la pantalla. Algunos podrán pensar que esas películas antiguas, en blanco y negro, no llegan a la altura de las superproducciones que vemos hoy en día en la gran pantalla. Sin embargo, revisar el cine clásico puede ser un auténtico gustazo si sabemos por dónde empezar. Aquí te vamos a dar algunas pistas.
El Gabinete del Doctor Caligari
Antes de que Hollywood se convirtiera en la gran meca del cine, Europa dominaba este arte por completo, con ejemplos en Francia, Italia y Alemania, que siguen siendo hoy clásicos de culto. En 1920, el director Robert Wiene realizó la película El Gabinete del doctor Caligari, una de los primeros largometrajes de terror que, aprovechando el auge del expresionismo alemán, se podría tomar casi como un slasher primigenio. La película nos habla de extraños asesinatos que empiezan a ocurrir en torno al doctor Caligari y a uno de sus pacientes, el atormentado Cesare, que tiene problemas de sonambulismo. La influencia de esta película muda en cuanto al aprovechamiento del blanco y negro y de los distintos tipos de plano es indudable en cineastas posteriores, empezando por Nosferatu, de Murnau, que vio la luz un par de años después.
Western del Viejo Oeste
El género de western fue uno de los primeros en hacer destacar al cine de Hollywood en todo el mundo. Aquellas películas de vaqueros, ubicadas en el Viejo Oeste Americano, suponían un espectáculo de acción trepidante que era irresistible para los espectadores. Desde los años 40, Hollywood vivió su época dorada gracias en parte a este tipo de producciones, a cargo de directores como el legendario John Ford o Howard Hawks. Películas imprescindibles del género son El Hombre Que Mató A Liberty Vallance, La Diligencia, Rio Bravo o Centauros del Desierto. El western americano dio también origen al spaggeti western, producido en Europa, con ejemplos tan clásicos como El Bueno, El Feo y el Malo, de Sergio Leone, cuando en Hollywood este tipo de cine ya estaba en decadencia.
Obras de Charles Chaplin
Antes de la llegada del sonido al cine, los actores debían ser tremendamente expresivos ante la cámara para transmitir justo aquello que sus personajes estaban sintiendo. Pocos lo lograron de una manera tan eficaz como el británico Charles Chaplin, una de las grandes primeras estrellas del cine que se ganó el favor del público gracias a su humor irreverente y lleno de escenas memorables, pero también profundo y que hacía pensar. La Quimera de Oro podría ser consideraba como su primera gran película, aunque luego llegarían algunas de sus más famosas producciones: Luces en la Ciudad, Tiempos Modernos y El Gran Dictador. A través de su personaje más popular, Charlot, el actor inglés no solo hacía reír, sino también reflexionar al público, imbuyendo la crítica política y social a través del humor.
El cine de Akira Kurosawa
Hemos hablando de cómo el cine se extendió primero por Europa y más tarde tuvo su culmen en Estados Unidos, pero tampoco nos podemos olvidar de Japón, un país que hasta principios del siglo XX parecía estar en la Edad Media, por el aislamiento al que se había sometido, pero que posteriormente vivió una época de esplendor, también artístico, abriéndose al mundo. El director Akira Kurosawa fue el principal exponente del séptimo arte japonés, en la segunda parte del siglo XX. Su cine, a pesar de ser más actual en el tiempo, se sigue considerando clásico. Películas como Rashomon, Los Siete Samuráis, La Fortaleza Escondida o Yojimbo obtuvieron un gran reconocimiento internacional y son una influencia innegable para cineastas occidentales como Martin Scorsese, Steven Spielberg, George Lucas o Quentin Tarantino.
Películas de Hitchcock
El director británico Alfred Hitchcock siguió igualmente el mismo camino que muchos compatriotas, empezando a hacer cine en su país para luego mudarse a un Hollywood necesitado de sangre fresca, ya en los 60. El cine de Hitchcock ha sentado las bases de las películas de terror, suspense y thriller, y clásicos como La Ventana Indiscreta, Vertigo, Con La Muerto en los Talones, Rebeca o Psicosis son absolutos tótems del séptimo arte, películas que se estudian en las escuelas de cine y que han influido de forma decisiva a cientos de realizadores en los años posteriores. Se podría decir que, junto a Truffaut y Godard, Hitchcock es sin duda el cineasta europeo más importante de todos los tiempos, y uno de los que revitalizó el cine clásico, adaptándose a cada situación, y al paso del blanco y negro al color, evolucionando junto a la propia industria.